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Del Potro, y una caída difícil de digerir



PARÍS.- El cielo, encapotado, no resiste ni un minuto más y llora. Todo se tiñe de gris. Los paraguas y pilotines decoran las tribunas del court Suzanne Lenglen, poblado por donde se lo mire. Son las 19.23 cuando Roger Federer golpea un revés con slice abierto hacia la izquierda de Juan Martín del Potro, que, se afirma, dispara un drive invertido, pero la pelota se desvía en la faja y sale de la cancha. Se termina un sueño. Se derrumba el mundo para el tandilense. Se desmorona el castillo de cartas.


El suizo lo hace una vez más, la quinta en lo que va del año. Pero ahora es distinto, la bronca del argentino es superior. No puede comprender cómo dejó escapar un partido en el que había comenzado con audacia, lucidez y agresividad, virtudes que mostró en el primer par de sets, en los que ganó 6-3 y 7-6 (4). Se muerde los labios, cierra lo ojos. Si lo dejaran, hundiría la cabeza en la tierra naranja. Camina hacia la red y la golpea con su raqueta, con impotencia. No puede entender cómo hizo el gran Roger para mutar tan abruptamente y dar vuelta el desafío, encadenando hirientes 6-2, 6-0 y 6-3. No lo cree. Está tan frustrado que no pone excusas físicas. Es una lástima, estuvo tan cerca. Del Potro tuvo el pasaje a las semifinales de Roland Garros en la mano y lo soltó. Y no se entiende cómo. No se digiere.


El tandilense jugó dos primeros parciales en un nivel altísimo, con coraje, lastimando a Federer. Perturbándolo, incomodándolo. Sacó martillazo tras martillazo, a 210, 212 y 218 km/h, con facilidad. Insistió con tiros profundos sobre el revés del suizo, quizá su golpe menos confiable. Y cuando se afirmó para pegar el drive, provocó admiración en el público por la velocidad que llevaba cada disparo. Con la superficie húmeda y un poco más pesada de lo habitual por las condiciones climáticas, Delpo logró leer cada intento de Federer, sobre todo cuando el número 3 del mundo optó por sorprender con drops o tiros a los ángulos.


"¡Hoy es el día, Juan, hoy es el día!", se escuchó en el segundo estadio en importancia de Bois de Boulogne, con acento porteño. Es que daba esa sensación desde la tribuna. Se sentía que Del Potro le había encontrado la vuelta a Federer, que había dejado de respetarlo deportivamente, que ya no lo veía como un ídolo. Desde el Masters de Londres de 2009 que no le quitaba un set. Y ahora lo había vuelto a hacer y en dos oportunidades.

Fuente: "LaNación".

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